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6/9/09

ESPERANZA Y LUCHA EN LA "TIERRA PROMETIDA"


La prestigiosa periodista Verónica Toller, ganadora del premio internacional de periodismo "Rey de España" que otorga cada año la agencia EFE y la Agencia Española de Cooperación Internacional, visitó recientemente Basavilbaso. Hizo una muy interesante nota, ilustrada con fotos de Pablo Bianchi, para la Clarín Rural Revista, sobre la historia de la inmigración de los judíos ruros, y los pocos "gauchos judíos" que resisten a pie firme junto al campo.

Unos 200.000 judíos rusos llegaron a la Argentina entre 1894 y 1920 se convirtieron en "gauchos judíos" y fundaron aldeas en Entre Ríos. Hoy son pocos, pero resisten a pie firme junto al campo.

A juzgar por la foto de perfil en su libreta de enrolamiento, la estampa de León Hecker era la quintaesencia del citadino ruso. Y, sin embargo, por sus venas corría sangre judía. Su permiso de viaje -escrito en caracteres cirílicos- tiene sello de ingreso a la Argentina el 9 de agosto de 1904. Nació en Jersón, en 1854; tenía ojos verdes y no sabía andar a caballo pero si leer y escribir. En Idish.

Fue uno de los 200 mil judíos rusos que llegaron entre 1894 y 1920, y se convirtieron en "gauchos judíos". Hombres y mujeres que traían sólo su Torá y un ansia de libertad marcada a fuego. En 1891, con la fundación de la Jewish Colonization Association (JCA) del Barón Maurice de Hirsch, comenzó la migración sistemática hacia nuestro país. Desde 1835, los judíos habitaban en Rusia "zonas de residencia", donde les prohibían ejercer ciertas profesiones y trabajar el campo. Fueron sometidos a cientos de pogroms (asesinatos, latrocinio, violaciones indiscriminadas. Por eso, Hirsch decidió rescatarlos con su JCA, y aportó 30 millones de dólares (780 millones actuales).

"Marta, el mate", pide a su esposa Carlos Hecker, bisnieto de León. "Cuando llegaron, no había nada, afirma. Crearon la Colonia Lucienville en el centro entrerriano. Fundaron aldeas con el mismo formato que en Rusia. ¿Intendencia, Policía? No hacía falta. Al menos hasta 1919, "cuando fue degollada una familia entera en represalia por temas laborales", dice Hugo Arcusin, el cuidador del cementerio judío de Basavilbaso. Cuando subieron a los barcos, tenían los pulmones y el alma llenos del humo de los pogroms. Se lanzaron a la aventura de creer en "Aryintina, como Ierushalám, tierra prometida de leche y miel…", al decir de Luis León ("Izmir, Víspera de Pesaj"). Aceptaron la rudeza del campo, convencidos de hallar paz. "¡Cantad, judíos del a pampa!, les escribió Rubén Darío en 1914. La propiedad de la tierra tardó años, mientras pagaban con cereales a la JCA, que les entregó una parcela (entre 50 y 150 hectáreas), herramientas, semillas, algunos animales, una choza de ladrillos asentada en barro. Sin baño. La shule o escuela hebrea fue lo primero que levantaron junto con las shill o sinagogas.

Hoy Carlos Hecker trabaja en el mismo campo que recibió su bisabuelo y conserva -mejorada- la casa original. En 2004 se reunieron los descendientes de León. Conservan la cultura judía, pero poco saben de sus antepasados en Rusia. Porque los abuelos no hablaban de lo que quedó atrás. Para cuando nació Salvador, padre de Carlos, había solamente tres grados en la escuela castellana. Iba también a la shule, todo en un mismo edificio. Y trabajó desde los 8 años: repartió leche casa por casa en carro. Estaban 8 Km. al sur del pueblo. Así pudieron capear la depresión de los 30.

La ciudad vive de la avicultura, agricultura, ganadería y confía en el benjamín de sus recursos, la explotación termal. El frigorífico de aves FABA, totalmente local, logró crecer a lo largo de los años. Lo adquirió el Grupo Storni (San Sebastián): quebró, pasó a concurso preventivo en 2000, en la peor crisis laboral de Basavilbaso. Nuevos subsidios para la avicultura y apoyo a la exportación hicieron resurgir la producción en 2005. La agricultura no escapa allí de los picos y las fosas Aleutianas que marcan los vaivenes del campo en el resto del país. En los 90 había cien productores arroceros en la colonia; hoy quedan 4. La Cooperativa Agrícola Lucienville, la primera en Sudamérica, debió reconvertirse a sojera. La caída de los precios y el aumento de las retenciones empujan otra vez su mirada hacia el arroz.

Memoria viva

"Cuarenta días en el vapor no fueron menos que cuarenta años en el desierto, y al llegar, ese hotel (…) como un manicomio, donde cada uno hablaba de lo suyo y sin que nadie los entienda" (Luis León). Para los que llegaban a Entre Ríos, el "hotel" fueron vagones o el galpón del FFCC de Villa Domínguez, cerca de Basavilbaso, con las mismas grandes vigas de quebracho que vieron los rusos ashkenazíes y sefaradíes. Allí llegó pisando el siglo XX otro León, de apellido Guerberoff. Venía con su esposa Esther Jaroslavsky y su hijo Israel. En el Puerto de Odessa abrazó por última vez a sus padres. Piedritas desperdigadas acompañan hoy la tumba de Teodoro Guerberoff, nieto de este León, que nació en 1918 y fue Ingeniero. Igual que los Hecker, Bernardo-bisnieto de León y Esther-poco y nada sabe de ellos.

Novibuco I fue la primera aldea que se formó en Entre Ríos, pegadita a Basavilbaso. Como hace 115 años, con sus casas, la primera sinagoga y el cementerio, tan de piedra y mármol despojado y uniforme con sus tumbas hacia el este. "La piedra tiene más valor que la flor, que se marchita y muere. Perdura, es una señal de que acá estuve, dice Hugo Arcusin, auténtico gaucho judío que aún vive en el campo. Las sepulturas están orientadas hacia Jerusalén, a la espera del Mesías. Las losas llevan aldabas, para que cuando él venga llame a la puerta. Fue fundado en 1895. No tiene flores en sus 1970 sepulturas.

Está prohibido que los varones ingresen a la ciudad dormida con la cabeza descubierta. Así que Hugo presta kipás (típico casquete judío). Sus abuelos tampoco hablaban del pasado. "Vinieron de chicos, perdieron sus familias, todo… Fue casi un pacto de silencio, borrón y cuenta nueva", afirma. "Una vez, mi hermana les preguntó si querían regresar. El abuelo dijo: no. Acá es mi tierra".

Renée Hurovich (75 años), mamá de Carlos Hecker, recuerda claramente los largos silencios de los mayores. "Papá solía contar las miserias que pasaron cuando llegaron. Pero el abuelo, no hablaba de Rusia". El desarraigo. La adaptación. Inventarse como labradores y aprender a cuidar vacas o andar a caballo. Sembraron trigo, maíz, avena, vivieron y murieron en la tierra prometida. Algunos vinieron simplemente a servir como Alter Braslavsky, primer maestro, que llegó con la colonización y falleció en 1917. Abraham Zentner fue el más longevo: 112 años.

En cuanto a Renée, conserva en sus retinas el color de las fiestas. Para el Pesaj o pascua judía venía toda la familia. "No faltaban el cordero (zeroa) ni las "tortas flacas" (matze o panes ácimos). Se sentaban en la mesa larga de la casa del abuelo y compartían las comidas rituales, "para recordar los días de la salida de Egipto y el desierto": hierbas amargas (maror) vino o licor de uva que preparaba la abuela con la receta que trajo de Europa. Se llamaba bizchnik; así con z".

La gastronomía es quizá una de las tradiciones más vigentes. "Lo que mejor sabían cultivar era la papa y el trigo, por eso, abundan en las recetas, dice Hugo Arcusin. Y el pescado: hacen todavía el "guefilte fish" o pescado relleno. Los Guerberoff preparaban el borsht, la sopa de remolacha a la que agregaban crema, que los Hecker conocen bajo la tradición de un puchero agridulce con carne, al estilo de Rusia. Y los knishes (rellenos con papa y cebolla frita). Los hijos de Carlos Hecker van a la escuela hebrea. No les enseñan religión sino cultura judía e idioma. Mantener tan viva esta memoria del pasado, ¿puede hacerlos sentir, alguna vez, como partidos en dos? "Nunca -responden Renée y Carlos-.Respetamos las tradiciones. Pero somos absolutamente argentinos".

Argentinos y combativos como productor agropecuario, Carlos se pliega a los postulados de la Federación Agraria. Marcó "presente" en cada protesta del campo durante 2008. "Sembré 10 Has de maíz para alimentar a los animales. Se secaron por la falta de lluvias y perdí 4 mil pesos en semillas -dice- . Y eso es apenas una parte de lo que estamos pasando". Hoy, de los 12 mil vecinos de Basavilbaso, apenas permanecen 100 familias judías. El resto partió tras nuevos horizontes y universidades para los jóvenes. Los que quedan concurren a la shill, sus hijos estudian en la shule. Saborean igual que ayer las recetas de la bobe. Y dejan piedritas en las tumbas que miran al Este.

Una saga que dejó su huella en la sociedad

Cuando los primeros judíos llegaron a Basavilbaso no había pueblo. "Sólo la casa de Giusseppe Bellingeri, mi bisabuelo, italiano y primer habitante, que se radicó en 1880 como puestero de la Estancia de clemente Basavilbaso", dice Hugo Bellingeri. EL FFCC apareció en 1887 y con él los jornaleros italianos. Después la inmigración judía a partir de 1894. En los 30 y 40, llegaron judíos y católicos, polacos y alemanes, que huían del nazismo. Finalmente, familias de laosianos fueron implantadas en Basavilbaso durante la dictadura militar. En cuanto a la comunidad judía en la argentina, se compone hoy de 250 mil personas. Bajaron de los mismos barcos las bobes y zeides, abuelas y abuelos, del dramaturgo Samuel Eichelbaum, el novelista Joseph Kessel (llegó a ser académico de Letras de Francia), de Carlos Heller (Gerente de Credicoop y ex vicepresidente de Boca). A la colonia Lucienville arribaron los familiares de José Pekerman (nieto de gauchos judíos ucranianos), de los actores Salo y Mario Pasik, de los Muchnik, los Lifschitz. Y llegó el escritor Alberto Gerchunoff (nacido en Lituania en 1883), iniciador en 1910 de la literatura judía con "Los Gauchos judíos". Paloma Efron o Blackie (la famosa conductora y productora de radio y televisión) vivió su infancia en Basavilbaso. Su casa aún está en pie.

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