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6/9/09

LOS ULTIMOS GAUCHOS JUDIOS RESISTEN EN EL NORTE ENTRERRIANO


LUCIENVILLE, Entre Ríos.- Hay una red de arroyos entre las lomadas suaves. En este terreno bondadoso se estableció una colonia judía alrededor del año 1900 y llegó a cultivar 50.000 hectáreas divididas en pequeñas chacras. Pero sólo tres campesinos llegaron al año 2000.

Las razones de la dispersión pueden encontrarse, particularmente, entre los pocos descendientes que decidieron quedarse en el campo.

A las 3 de la tarde de un sábado de verano, el sol raja la tierra. Salvador "Chule" Hecker ya durmió la siesta y vuelve de mirar los pollos. Trae en la mano una cincha recién engrasada que ha cosido con tientos. Reneé Hurovich, su esposa, aparece bajo una glicina de medio siglo que entrega una sombra reparadora. El saluda con alguna broma y ella, afectuosa, invita a pasar a su hogar.

"Esta casa estaba en construcción cuando llegó mi abuelo; no me pida que cambie esta puerta, es la misma de 1904", se ufana Chule, un paisano de bombacha y alpargatas. Bien podría llamarse Martín Fierro, si no fuera porque su abuelo y su padre nacieron en Jersón, Rusia, y se entendían en dialecto iddish.

Miles de judíos ashkenazis (del oriente europeo) fueron sorprendidos en plena mudanza hacia los montes entrerrianos, en los albores del siglo XX. Los pioneros fundaron en 1900 la primera cooperativa agrícola del país, Lucienville, en Basavilbaso; por eso, este año sus asociados apagarán las 100 velitas. Pero los judíos son hoy absoluta minoría, quizá 10 asociados entre 600.

Los descendientes enfrentan ahora el desafío de preservar la cultura que los enorgullece. Lejos de resignarse a la disolución, se esfuerzan en mantener horas de clases especiales y escuelas de danzas, coros y museos.

Es que ocuparon decenas de pequeños caseríos y villas diseminados por 50.000 hectáreas aquí. Un puñado de colonias con destino similar a Lucienville se instalaron en otras 180.000 hectáreas en el resto del territorio entrerriano.

El éxodo

En algunas zonas, la colectividad conserva una presencia destacada, pero la tendencia al éxodo fue generalizada desde mediados de siglo. Lucienville es un ejemplo. Basavilbaso, centro de la colonización, conserva unas escasas 100 familias y en el campo sobreviven apenas tres.

Chule y Reneé sintetizan el destino de los judíos que huyeron de la persecución y la discriminación en el oriente europeo para recalar en el monte de ñandubay, tala y espinillo.

Son los últimos campesinos de los "grupos del sud", en Lucienville. Esta colonia tiene la historia metida hasta en el nombre, en homenaje a un hijo del barón Mauricio Hirsch, Lucien. El muchacho murió cuando su padre benefactor se empeñaba en reinstalar a miles de familias judías, como los Hecker, por medio de su fundación Jewish Colonization.

Salvador guarda el pasaporte del abuelo León, en un idioma que jamás interpretó. Hace poco se lo tradujeron: "Dice que abandonaba Rusia, y sin retorno. Y recalca la palabra judío".

Más de 2000 judíos se abrieron un lugar entre los espinillos y le sacaron trigo, maíz y girasol a una tierra casi virgen. ¿Cuántos quedan hoy? "Del Calá hasta el Gená y de Líbaros hasta Escriña hay tres familias judías en campos. Quedamos los tontos; los sabios aprenden de sus errores", reflexiona Salvador.

Pero interiormente está orgulloso de su obstinación: "¡Si me habrán querido comprar el campito! Y no lo vendo por sentimentalismo".

La costumbre

Sentado junto a la vereda, Benjamín Pasik dice que no cambia ninguna tierra por Basavilbaso.

"Visité a mi hijo a Israel y no me puedo acostumbrar. Acá, en cambio, la gente pasa y se para a conversar. Felizmente estamos muy bien", comenta, y se corre para aprovechar la sombra del fresno de su casa, al lado de un templo católico.

La familia de Benjamín, de 90 años, es un caso típico. Salomón, su primogénito, se recibió de médico hace 25 años; viajó a Israel por una práctica y se quedó a vivir allá. De sus dos hijas, una vive en Buenos Aires y la otra, a una cuadra de su casa. De modo que sólo tres de sus siete nietos quedaron en Entre Ríos.

Nora Fistein -nieta de un inmigrante de Besarabia, Ucrania, y estudiosa de la historia de su pueblo en la región- recuerda que muchos llegaron alrededor del 1900 y otros durante la persecución nazi.

En los años 40, algunos resolvieron buscar mejores destinos. "Se cansaron de luchar contra las malas cosechas y los ataques de la langosta", relata. Otros optaron por Israel, cuando se organizó como Estado.

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