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7/1/10

CAMINO AL 1º ENCUENTRO JUDIO DEL BICENTENARIO, ¿POR QUE LOS JUDIOS VINIMOS A ARGENTINA?


Durante la Edad Media algunos judíos habían migrado a las tierras al norte del Mar
Negro en virtud de la opresión que sufrían bajo el Imperio Bizantino. Cuando alrededor del siglo XV esta área paso a ser parte del Imperio Ruso, los judíos, escasos en número, si bien no fueron particularmente discriminados, se vieron restringidos a no residir fuera de dicha zona. A fines del siglo XVIII Polonia fue particionada y la mayor parte anexada al Imperio Ruso; de esta forma 3,000,000 de judíos en Polonia, Lituania, el oeste de Ucrania y Besarabia quedaron bajo el dominio del Zar. Estas áreas habrían de constituir la llamada Zona de Residencia - Pale of Settlement, en la cual los judíos fueron legalmente obligados a habitar a partir de Abril de 1835; el centro de Rusia, incluido San Petersburgo y Moscú era territorio prohibido, excepto bajo permisos de residencia especiales para ciertos artesanos y miembros de la burguesía.
El reinado de Alejandro I (1801-1825) mejoró considerablemente las condiciones de
vida, pero su hermano y sucesor, Nicolás I (1825-1855), llevó a cabo políticas claramente antisemitas, promulgando leyes discriminatorias aún con la oposición de sus ministros, quienes señalaban el perjuicio económico que las mismas habrían de generar. En 1835 planeó trasladar a Siberia a miles de judíos, pero cuando los mismos se encontraban en camino emitió un decreto creando la Zona de Residencia y los redirigió a la misma.
También expulsó a los judíos del área correspondiente al límite occidental de Rusia, y al mismo tiempo decretó su reclutamiento por el ejército (el cantonalismo, el cual consistía en 25 años de servicios), aún cuando se les continuó exigiendo los pagos que usualmente debían realizar para ser exceptuados del mismo.
En 1855 Alejandro II se convirtió en Zar y redujo considerablemente las restricciones
(abolió el cantonalismo y mitigó la Zona de Residencia), pero en Marzo de 1881 fue
asesinado y su sucesor, Alejandro III, retorno a las políticas de Nicolás I. Su gobierno buscó orientar la ira del populacho por la muerte del Zar hacia los judíos, incentivando, o por lo menos tolerando, la serie de pogroms que sacudieron el sur del imperio en 1881/82 (alrededor de 200 en un período de un año), los cuales no fueron sino los primeros de una serie de ataques físicos a los judíos y a sus bienes. Las llamadas Leyes de Mayo o Edictos Temporarios, promulgadas en Mayo de 1882, restablecieron la Zona de Residencia; aún dentro de la misma se les prohibió a los judíos asentarse en las afueras de ciudades y pueblos, adquirir tierras en zonas rurales, y realizar negocios en domingos y días feriados para el Cristianismo. Aquellos que residían en zonas urbanas no tuvieron otra alternativa que permanecer en las mismas, y quienes residían en zonas rurales fueron forzados a trasladarse a las primeras. El territorio en el cual podían legalmente residir se redujo en un 90%.

La población judía, atemorizada por la violencia y las nuevas restricciones, comenzó
a buscar la manera de salir del Imperio Ruso. Miles de personas se pusieron en camino
hacia las fronteras; la inmigración, que había comenzado en pequeña escala en la
segunda mitad de la década del setenta, cobró nuevo aliento. Al trasponer la frontera
occidental se encontraban en Brody, en el Imperio Austro-Húngaro, donde sus condiciones de vida no eran mucho mejores, comenzando una fuerte inmigración
espontánea hacia USA, donde se habría de duplicar la población judía en el término de 10 años.

En 1888 el Zar intensificó las restricciones, lo cual condujo a las autoridades
provinciales a reducir aún mas el territorio abierto a los asentamientos al redefinir a pequeñas villas y poblados como zonas rurales y, por ende, prohibidas para los judíos; aquellos que se habían trasladado a dichas áreas luego de los decretos de 1882 fueron nuevamente obligados a emigrar.

Por otra parte, existían otras fuertes restricciones tales como el número clausus,
establecido en 1887, que imponía cupos para las escuelas secundarias y superiores (por ejemplo, en la Zona de Residencia las escuelas aceptaban un 10% de judíos, mientras que fuera de la Zona dicha relación disminuía al 5%, y en las áreas de Moscú y San Petersburgo al 3%), y limitaciones especiales impuestas en 1889 para la admisión de abogados judíos al foro.

En 1891 aquellos judíos que aún habitaban en Moscú y San Petersburgo fueron
súbitamente forzados a vender las propiedades en las cuales habían residido por
generaciones y dejar las ciudades; quienes no podían vender rápidamente las mismas (en la mayoría de los casos a precios viles) eran encarcelados. De esta forma 20,000 judíos que residían en Moscú fueron obligados a trasladarse a la Zona de Residencia.

La suma de estas restricciones condujo a que el censo de 1897 reportara que de
5,215,805 judíos el 94% residía en la Zona de Residencia; el 80% de ellos en zonas
urbanas, representando el 38% de la población urbana de dicha región.
El confinamiento en la sobrepoblada Zona de Residencia, la imposibilidad de adquirir
tierras y realizar tareas agropecuarias, así como de acceder a la educación, y de entrar en ciertas profesiones, sumado al fuerte crecimiento demográfico, deterioró
considerablemente el nivel de vida, al incrementar la competencia entre los pequeños
comerciantes y reducir sus ya minúsculos ingresos en virtud de la urbanización del
Imperio Ruso durante la segunda mitad del siglo XIX. Dicha urbanización había creado
una enorme demanda de bienes de consumo, desplazando el trabajo individual de los
artesanos por la producción industrial, desarrollando redes ferroviarias que afectaron a muchos negociantes pueblerinos, y prácticamente eliminando la función, típicamente judía, del carretero. El comercio en gran escala, alentado por la industrialización, pasó de largo al pequeño comerciante local, judío por lo general, en virtud de las restricciones impuestas al ejercicio de cualquier otra actividad. Hacia fines de la década de los 80, el extremo deterioro de las condiciones de vida otorgó un nuevo impulso a la emigración espontánea.

Bajo este contexto el Barón de Hirsch intentó primero mejorar las condiciones de vida
en la Zona de Residencia, como ya lo había hecho en el Cercano Este y en el Imperio
Austro-Húngaro. Con dicho fin propuso al gobierno del Zar crear un Fondo dotado de
410,000,000 U$S3 (lo cual representaría hoy alrededor de 260,000,000 U$S)4 con el objeto de fundar y operar escuelas técnicas y agrícolas en la Zona de Residencia; la negociación con el gobierno duró un año, pero su iniciativa fue rechazada a no ser que el Fondo fuese administrado por el mismo gobierno, condición por completo inaceptable para Hirsch, quien a partir de ese momento consideró que la única alternativa viable consistía en la emigración organizada y el reasentamiento en otros países.

Si bien USA era el destino preferido de la emigración espontánea, no era el destino
adecuado para un proyecto de inmigración organizada de la magnitud imaginada por
Hirsch. El American Relief Committee ya se había opuesto a facilitar la inmigración
masiva al tiempo de establecer el Fondo Barón de Hirsch, y el mismo Hirsch pensaba que no era conveniente incrementar la concentración ni para el país en si mismo, ni para los judíos exilados; por lo cual consideraba que este nuevo asentamiento debería distribuirse en otras tierras, y dispersarse sobre una amplia superficie, de tal forma que no existiese la oportunidad que se produzca una fractura religiosa o social. Enfrentado a la búsqueda de otros destinos el Barón de Hirsch se habría de inclinar por la Argentina.

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